viernes. 09.05.2025
Presidente de Honor del Centro de Iniciativas y Turismo (CIT)

James D. Velkov: Un empresario búlgaro-estadounidense que se enamoró de Canarias

Dimitŭr Velkov nació en 1920 en una familia militar de la aristocracia búlgara. Su madre, Nevena, era nieta del general Petar G. Lolov —un alto oficial del ejército zarista— y se casó con el coronel Petko Velkov. De este modo, Velkov creció rodeado de parientes que habían servido a Boris III, rey de Bulgaria. Su padre posteriormente fue General del ejército búlgaro y ocupó un cargo de alta confianza como jefe militar del rey de Bulgaria. Hay que destacar que el sucesor del Rey fue Simeón II, en la última etapa de la monarquía búlgara anterior al régimen comunista. Esta posición marcó a fuego la educación de Velkov, que se crío entre los valores del servicio público, la estrategia y la visión de Estado.

James D. Velkov
James D. Velkov

En septiembre de 1944 Bulgaria cambió de bando en la guerra y el Partido Comunista tomó el poder. En 1946 abolió la monarquía. El golpe de Estado comunista trajo violencia y terror: en pocos meses murieron o desaparecieron entre 10.000 y 40.000 compatriotas solo en ese inicio del régimen. Era apenas un joven cuando su vida dio un vuelco. La revolución le expulsó, como a miles de opositores, de un plumazo.

Tras escapar a Alemania a través de Turquía y finalizando la Segunda Guerra Mundial, halló refugio en la Alemania Occidental. Allí aprendió a vivir con la nostalgia y el vacío de la patria lejana. Y se formó en arquitectura y urbanismo

Posteriormente se fue a Estados Unidos (1950–1960): Con el afán de encontrar un futuro mejor, cruzó el Atlántico hacia América. En Nueva York, como tantos búlgaros expatriados, trabajó arduamente en su profesión. Adopto la nacionalidad americana y se puso el nombre de James D. Velkov, pero su alma nunca dejó de ser Dimitŭr.

Finalmente, a principios de los años sesenta, por casualidad cuando iba rumbo a Francia desembarcó en las Islas Canarias, en una Tenerife aún poco poblada y deslumbrante. Se enamoró de sus paisajes y de su gente. Y en 1963 decidió instalarse definitivamente en la isla de Tenerife. Este comienzo marcó el punto de partida de una larga trayectoria empresarial ligada a Canarias. Su primer gran proyecto fue la urbanización Guajara, situada entre Santa Cruz de Tenerife y La Laguna. Sobre esa base fundó Proyectos Insulares y lanzó entonces su obra más ambiciosa: Tabaiba, una nueva ciudad residencial en el municipio de El Rosario. En total, la empresa reunió unas 1.000.000 de m² para este plan, que incluía edificios, viviendas unifamiliares, villas, hoteles, comercios, un helipuerto y todo tipo de servicios. Aunque el proyecto no llegó a finalizarse por completo, para principios de los 80 ya estaban trazados la mayor parte de los viales y servicios básicos y muchas de las edificaciones ya construidas.

Aunque vivía lejos de Bulgaria, sentía la responsabilidad de honrar sus raíces: en su casa se celebraba la Navidad ortodoxa, hablaba búlgaro entre familiares y contaba historias de su tierra natal. Muchos le llamaban “el Americano” por vivir en el extranjero, pero nunca dejó de recordarse quien era: un hombre nacido en los montes búlgaros, forjado en exilio y siempre soñando con retornar.

La caída del comunismo en Bulgaria a finales de 1989 fue el eco largamente esperado de un final de ciclo. Después de más de cuarenta años sin pisar su tierra, en su interior ocurrió un regreso silencioso. Sintió que ese derrumbe –con la destitución de Todor Zhivkov y las primeras reformas democráticas – abría la puerta al reencuentro. En los noventa pudo por fin visitar Sofía y los pueblos que dejó atrás. Cada vuelta a las calles de su infancia era un ritual de reconciliación. En esas visitas su corazón viejito sanaba las heridas de un exilio forzado. El sol búlgaro, al fin, alumbró su regreso espiritual. Volver supuso perdonar las ausencias, encender la memoria de sus antepasados y ofrecer su vida como puente entre el dolor del pasado y la esperanza del futuro.

Proyectos Insulares continuó operando tras su jubilación; hoy la empresa mantiene el “mismo espíritu impregnado por James D. Velkov” y sigue activa en el sector inmobiliario. Su hijo, Konstantin Hinner, dirige actualmente la sociedad, siguiendo el legado de su padre.

Presidente de Honor del Centro de Iniciativas y Turismo (CIT)

Velkov jugó un papel destacado en el ámbito turístico y cívico de Tenerife. Fue nombrado presidente de Honor del Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) de Santa Cruz de Tenerife, cuyo edificio histórico –el antiguo “Fielato”– restauró altruistamente.

El impulso de Velkov al turismo canario fue premiado oficialmente. La construcción de Tabaiba, le valió la Medalla al Mérito Turístico otorgada por el Ministerio de Información y Turismo de España.

En su Bulgaria natal también recibieron menciones a su trayectoria y méritos; por ejemplo, fue distinguido doctor honoris causa por la Universidad de Sofía y fundó una organización en defensa de los derechos humanos en Europa oriental.

La vida y obra de Velkov han atraído la atención de medios locales e internacionales. En 1970 RTVE produjo el documental “Tabaiba: nacida de las rocas”, cuyo texto de presentación destaca que “su promotor, James Dean Velkov, búlgaro nacionalizado estadounidense, creó la primera urbanización en Canarias en 1958” y recibió la medalla ministerial por su proyecto. Más recientemente, programas de prensa extranjera lo han reseñado: Radio Nacional de Bulgaria recogió su figura dentro de las «historias no contadas» de búlgaros en el mundo.

Fue a finales de los años 90, cuando yo presidía el Centro de Iniciativas y Turismo de Santa Cruz de Tenerife que quiso conocerme personalmente y organizó un almuerzo en el Hotel Mencey. Aquel encuentro, sencillo y cordial, terminó siendo para mí un descubrimiento inolvidable: me enamoré de la historia de este gran hombre, de su vida marcada por el exilio, el esfuerzo y una visión clara de futuro.

Desde entonces y hasta sus últimos días nació una amistad entrañable. Muchas tardes me invitaban él y su esposa a merendar en su ático del edificio Pino de Oro, en Santa Cruz. Era un rincón cálido y sereno, lleno de luz, desde donde él observaba su ciudad adoptiva con la misma ternura con la que hablaba de su infancia en Bulgaria. Allí, entre tazas de té y dulces caseros, me contaba la tremenda historia de su vida: cómo había tenido que abandonar su país tras la caída de la monarquía, cómo había rehecho su camino en Alemania y América, y cómo había encontrado en Tenerife su hogar definitivo.

Con el paso del tiempo, pudo regresar a Bulgaria. Y decidió vivir mitad del año en Canarias, y la otra mitad en su amada Sofía, donde conservaba recuerdos y raíces profundas. Tuve el privilegio de visitarlo allí, en su casa, donde me recibió con el mismo afecto de siempre. Fue un momento inolvidable: me mostró con orgullo el legado de su padre, que fue General jefe del Ejército Búlgaro. Entre medallas, retratos y documentos cuidadosamente guardados, comprendí aún más la grandeza silenciosa de James: la de quien ha perdido todo y, aun así, ha sabido construirlo todo de nuevo, sin rencor, con dignidad y generosidad.

Para mí, conocer a James D. Velkov no solo fue un honor; fue una lección de vida. Su memoria sigue viva en quienes lo tratamos, y su huella en Tenerife es tan profunda como humana. Nunca olvidaré aquellas tardes en el Pino de Oro, ni su mirada tranquila mientras hablaba del pasado con un corazón reconciliado.

James D. Velkov: Un empresario búlgaro-estadounidense que se enamoró de Canarias