viernes. 09.05.2025
El Real de la Feria —ese recinto efímero que aparece como por arte de magia en el barrio de Los Remedios

iluminación de la portada

Hay lugares que uno visita y hay otros que se viven. Sevilla, en abril, es de los segundos. No hay palabra, fotografía ni video que capture del todo el hechizo que la Feria de Abril despliega sobre esta ciudad andaluza. Porque la Feria no es solo una fiesta: es un universo paralelo que florece tras la Semana Santa, donde la tradición, el color, la música y el arte confluyen para dar vida a una de las celebraciones más genuinas de España.

Feria de Abril
Feria de Abril

El Real de la Feria —ese recinto efímero que aparece como por arte de magia en el barrio de Los Remedios— se convierte en una ciudad dentro de la ciudad: más de mil casetas, calles bautizadas con nombres de toreros y una portada monumental que, cada año, cambia su rostro para rendir homenaje a la cultura sevillana. Todo cubierto por una marea de farolillos que danzan con el viento mientras el albero cruje bajo los zapatos de quienes se entregan al baile, la charla o la contemplación.

Un ritual de colores, sabores y compases

Asistir a la Feria de Abril es, en realidad, asistir a un ritual. Desde el mediodía hasta bien entrada la madrugada, las casetas hierven de vida: sevillanas que suenan sin descanso, jarras de rebujito que se llenan y vacían con generosidad, platos de jamón, tortilla, pescaíto frito y chacinas que circulan entre familiares, amigos y forasteros con igual hospitalidad.

Vestirse de flamenca o de corto no es un disfraz: es una declaración de identidad, de orgullo y de alegría compartida. La moda flamenca tiene aquí su gran pasarela, y ver caminar a una mujer con traje de volantes por el Real es entender por qué esta fiesta se siente con todos los sentidos.

Entre lo íntimo y lo abierto

Aunque muchas casetas son privadas —pertenecientes a familias, empresas o agrupaciones—, cada año hay también espacios públicos donde cualquier visitante puede entrar, probar el ambiente, aprender a bailar una sevillana y saborear el embrujo de la Feria.

Y si el día es para el albero y la caseta, la noche es para la magia: la iluminación de la portada al anochecer, el bullicio que no cesa, las atracciones de la calle del Infierno, los trajes que relucen bajo las luces y la sensación de que el tiempo se detiene y Sevilla entera canta por bulerías.

Un viaje emocional

Para el viajero, la Feria no es solo un destino turístico: es una experiencia emocional. Es perderse entre las risas, los olés, los aplausos espontáneos a un buen pase de baile. Es aprender que aquí no se viene a mirar: se viene a participar.

iluminación de la portada