jueves. 10.10.2024

Esta condición de “parada y fonda” otorgó a los habitantes de las islas una cierta predisposición a viajar que, más adelante, se convertiría en un caso singular de éxodo masivo a Cuba, con el consiguiente y definitivo cambio en el mundo del puro.

Cuando el tabaco empezó a ser una mercancía codiciada en toda Europa, el Estado Español hizo cuanto pudo por mantener su cultivo y tratamiento bajo control estricto. A comienzos del siglo XIX, Cuba era el productor de tabaco más importante del mundo.

En su condición de tierra prometida que ofrecía a los españoles inmensas posibilidades de mejorar su nivel de vida, La Cuba de la época se vio inundada de canarios; más de 120.000 personas cambiaron su isla canaria por la isla de Cuba.

A cambio de esta repoblación, se les concedió licencia para cultivar y producir tabaco, Así fue como los canarios aprendieron a tratar y perfeccionar el tabaco con la dedicación y el mimo artesanal de un trabajo bien elaborado. Esta tarea, no obstante, no les era del todo desconocida, pues existen informes de que ya en 1723 se producía tabaco en las Islas Canarias.

Tras la independencia de Cuba, las familias canarias regresaron en masa a las islas, trayendo consigo toda su experiencia y la mayor o menor fortuna que habían obtenido. Por ello, no sorprende que continuaran haciendo aquello que tan bien sabían hacer. En La Palma y Tenerife se habilitaron áreas de cultivo con las necesarias condiciones de humedad.

Sin embargo, la mayor parte del tabaco que se empleaba procedía de Cuba y Santo Domingo (el generoso viento arrastraba las doradas hojas), y con él, se fabricaban cilindros de tabaco o puros. Tanto arraigó esta tradición, que cuando la navegación a vela decayó a favor del vapor y las Islas Canarias ya no eran parte de la ruta, se abrieron líneas especiales para continuar este singular comercio.

Las pequeñas fábricas canarias, denominadas chinchales, alcanzaron tal nivel de calidad que han colocado al puro artesanal canario entre los más apreciados por los mejores conocedores del mundo.

Disfrutar un puro canario es descubrir este mundo, la combinación del orgullo y el saber de un pueblo.

La planta del tabaco. La semilla del placer

Los mejores tabacos se obtienen de las mejores materias primas (y de un constante y exigente control de calidad). El tabaco se clasifica según su procedencia: Connecticut, Habana, Santo Domingo, Brasil, Nicaragua e Indonesia. La diversidad del clima o los tipos de cultivo cambian la personalidad del tabaco.

Dependiendo de su tamaño, consistencia o textura, cada hoja es idónea para su empleo específico en la manufactura del puro: el capillo, la capa o la tripa. Se deben considerar también las condiciones físicas de las hojas, que se clasifican en dañadas, rotas o sanas.

La selección del especialista tendrá una influencia decisiva, aunque, previamente, la planta habrá de sufrir un delicado y meticuloso proceso hasta que la hoja esté en condiciones de ser manufacturada.

Las semillas se plantan en el mes de octubre en lugares llanos o casi llanos. Después de una serie de procesos complicados, que incluyen u trasplante a las zonas definitivas e cultivo, la cosecha se recoge en febrero, momento éste, en que la hojas se encuentran en su óptimo nivel de maduración. Previamente, se han podado algunas de las hojas de tal manera que las otras adquieran mayor vitalidad. Las hojas se seleccionan y se almacenan en capas. Las hojas poseen diferentes características según su calidad y contenido en nicotina, dependiendo de la altura en que se encuentren dentro de la propia planta.

Conforme a este criterio, las hojas pueden clasificarse de la siguiente manera: las localizadas en la parte inferior de la planta, de menor calidad y mayor dureza, las de la parte superior o corona, que son las más grandes, y se emplean para el tabaco más fuerte. Las hojas de la parte central se escogen para fabricar la mayoría de los puros de calidad, ya que tienen la combinación idónea de tamaño, fuerza y gusto.

El siguiente paso es el tratamiento de las hojas. En primer lugar, se preparan para su secado. Con este propósito se usan los ensartes que son pares de hojas cosidas con grandes agujas y que posteriormente se cuelgan extendidas empleando para ello los cujes. El pedúnculo de la hoja, que es necesario preservar intacto, se sujeta entre dos gruesas barras de cuatro centímetros. Estas barras se colocan sobre vigas horizontales donde descansan hasta que las hojas se secan convenientemente. La calidad de los cujes es vital para lograr un secado perfecto. El tabaco estará listo después de seis semanas o dos meses. Ahora tendrá que fermentar.

El calor y la humedad. La importancia del tiempo

El tabaco precisa de una vigilancia constante a lo largo de cada etapa. El proceso siguiente hará que las hojas alcancen el grado de suavidad y humedad necesarias para que puedan enrollarse sin que lleguen a romperse. Así pues, las hojas secas se ven beneficiadas por este proceso de calefacción y humidificación que suaviza las características de su combustión. Las hojas se amontonan en gavillas de unas 40 ó 50 de la misma clase y homogéneas características, de tal forma que todas ellas experimenten idéntica transformación.

Las gavillas deben empezar por fermentar y de aquí que se apilen en grandes montones y se lleven a la Sala de Fermentación hasta que el tabaco alcance su condición ideal. El objetivo de este proceso es hacer que las hojas suden la clorofila y la savia hasta obtener la textura necesaria y logra la consistencia que el puro requiere.

La temperatura ambiente, siempre bajo estricta vigilancia, se eleva de forma natural debido a la fermentación. Para que el proceso sea homogéneo, es importante que todas las hojas se localicen en el centro de los montones en algún momento del mismo.

Cuando acaba la fermentación, las hojas se embalan y se llevan a las fábricas o a los lugares donde se venden o exportan. La hoja está ya lista para transformarse en un delicioso puro canario hecho a mano.

La esencia del tabaco. La selección

El puro hecho a mano se caracteriza por la óptima selección de tabacos que requiere, y en su conjunto, contribuyen a un aroma único. Un puro está fundamentalmente compuesto de tres tipos de tabaco. -El tabaco de la “tripa”, esto es, el tabaco que está enrollado o enroscado, y que constituye el interior del puro o, lo que es lo mismo, su componente esencial. El sabor que caracteriza al puro depende principalmente de este tabaco, aunque también el capote y la capa contribuyen a lograr aquel resultado final que le confiere su personalidad propia. Para la tripa se buscan las hojas que crecen a plena luz del sol y se clasifican según su posición en la planta, lo que da al tabaco su fuerza o contenido en nicotina: de abajo a arriba, el tabaco de las hojas se denomina volado, seco, ligero o medio tiempo.

-El tabaco del capote. El capote o capillo se envuelve alrededor de la tripa y junto con ella forma el tirulo. Aunque no se ve, es importante que su aroma y textura estén en armonía con la tripa, ya que esto incide en el sabor del puro. El tabaco para el capote (y también para la capa) crece a la sombra y, dependiendo de su color, según sea más claro o más oscuro, se denomina ligero, seco, viso, amarillo, medio tiempo o quebrado.

-El tabaco (la hoja) de la capa. Ésta es la parte exterior del puro y, por lo tanto, las hojas se seleccionan por su textura, suavidad y perfección en la forma, ya que son éstas las que dan al puro su aspecto final. La hoja se corta a mano y siempre tiene alguna irregularidad (son las pequeñas imperfecciones lo que dan sabor a la vida).También podemos encontrar imperfecciones similares en la perilla, que es el remate en la boquilla del puro donde el fumador saborea. Esta corona o perilla se pega al puro por medio de una pasta de arroz natural, lo que permite una integración óptima. Pero un puro canario hecho a mano es mucho más que esto, de la misma manera que un buen plato es mucho más que sus ingredientes o un gran vino más que sus uvas y año de cosecha. Un puro canario hecho a mano es una sensación sin igual que sólo puede apreciarse cuando se fuma. Es más que su forma o contenido, es lo que dice la persona que lo elige.

La liga del tabaco. Como sólo los canarios saben

Después de dos siglos dedicados a la producción del tabaco, es obvio que le puro canario es uno de los mejores del mercado. Esta suprema calidad, no viene dada solamente por la cuidadosa selección de sus materias primas, para la que es fundamental la destreza de aquellos cuyo trabajo consiste en componer un delicado mundo de sabores. (Es sabido, que para que un puro llegue a alcanzar todas sus posibilidades y ofrezca toda la satisfacción de la que es capaz, se necesita ligar tabaco de diferentes partes del mundo). Tampoco se trata de simple respeto por la tradición. Posiblemente, la cualidad esencial de los puros canarios es que esta destreza se basa en la tradición, en los secretos y fórmulas susurradas al oído de aquellos que saben escuchar y disfrutar de la satisfacción de hacer un trabajo insuperable. Por esta razón, el puro canario esta indisolublemente atado a la idea de la “liga de tabaco”. La elección de tabaco de diferentes partes del mundo y la selección del más apropiado para elaborar cada parte del puro, constituyen un proceso largo y cuidadoso; es una tarea de expertos en esta materia. Las ligas principales para elaboración artesanal de puros canarios se obtienen de la selección de los mejores tabacos de Santo Domingo o Cuba. Se añaden también a la liga otros tipos de tabaco, por ejemplo de Indonesia o de Brasil. En esta adecuada liga de tabacos lo que confiere al puro su inconfundible personalidad. Ésta es la única manera de asegurar la calidad del puro canario hecho a mano, porque se trata de la composición ideal de la liga y la ingente cantidad de pruebas a las que se le somete para confirmar la más alta calidad del resultado final, resultado éste, que es fruto de la habilidad de los artesanos canarios adquirida con el paso del tiempo.

La vitola. Clasificación de su calidad

Vitola es el nombre que define el tamaño del puro según su longitud y grosor, la forma específica que le confiere su personalidad propia. Los fabricantes hacen uso de diferentes números y nombres para diferenciar los tamaños de los puros que elaboran, siendo los más comunes Panetela, Corona, Media Corona Y Doble Corona.

La manufactura de los puros canarios. Una tradición española que se exporta al mundo

Como hemos señalado anteriormente, existen pruebas de que los canarios han estado exportando tabaco al continente europeo desde principios del siglo XVII. Además, ciertos autores sitúan los orígenes del puro, tal como los conocemos en la actualidad, en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, en el mismo siglo. Así pues, estamos hablando de un producto mundial y para el que, en la actualidad, las Islas Canarias representan la zona de producción más importante. Hay que añadir, que antes de que se extendiera por muchos países, fueron los españoles quienes trajeron el tabaco al viejo continente. Los canarios estaban ya en posesión de una tradición que luego se perfecciono en Cuba y que finalmente volvió a Canarias, donde la elaboración de puro artesanal adquirió la más alta cota de perfección. Los inventores de la receta aún guardan el secreto…

Una tradición que ennoblece a quienes la conservan

El puro artesanal canario está fabricado con el mejor tabaco del mundo. Su cuidada selección y la elección de las hojas idóneas para fabricar cada parte del puro constituyen el proceso que hace del sabor del puro artesanal canario algo único e inigualable.

Después de este proceso empieza un trabajo de artesanía que trasformará las mejores hojas de tabaco en un placer excepcional. Por supuesto, lo más importante es la participación constante del torcedor en cada etapa de su fabricación. Este proceso, cuya contemplación es, no sólo una experiencia única, sino la mejor manera de apreciar el trabajo manual, puede resumirse de la siguiente manera: Después de que las hojas se hayan seleccionado y clasificado según su destino específico (tripa, capillo o capa) comienza el despalillado: se retira el nervio central de la hoja para obtener el máximo sabor del tabaco. Las hojas para el capote y la capa se atan juntas en pequeños grupos. Posteriormente, se enrolla el tabaco para la tripa o rellano, para lo que normalmente se emplea la hoja completa despalillada. Para conseguir la forma idónea, es necesario cortar la hoja con un chaveta o cuchillo de acero con forma de media luna. Una vez lograda dicha forma, se procede a colocar el capillo. Se trata de dos medias hojas del mismo tamaño con las que se hace un cilindro de la misma forma y tamaño del puro que se está fabricando. Finalmente, se pasa a la capa o revestimiento para la que se selecciona media hoja de características perfectas. Ésta se enrolla en espiral de tal forma que las venas de la hoja corran a lo largo del puro, lo que supone un indicativo de que éste está bien hecho, y de manera que la parte superior de la hoja, la que recibe la luz directa del sol, conforme la parte exterior del puro y le dé su aspecto final.

El proceso se completa cuando se coloca la perilla y se corta el puro para ajustarlo al tamaño de su vitola, según su color, se clasifican en verde, de aroma suave y poco sabor, rubio, fermentado y secado con rapidez, rojizo, que forma parte de los denominados ligeros, marrón claro, característico de los puros fuertes, marrón persistente, fermentado y envejecido durante más tiempo que el puro marrón claro, marrón, madurado durante largo tiempo, maduro de hojas mayores y más oscuras, y oscuro, casi de color negro.

La ceniza del puro canario artesanal se caracteriza por su firmeza, homogeneidad y color, factores que son distintivos de esta clase de puros y que dicen de la calidad, también única, del producto final. Con objeto de ajustarse a la estricta normativa de higiene vigente en la Islas Canarias, una vez terminados, los puros se depositan durante ocho o diez días en cámaras frigoríficas donde la temperatura se mantiene constante entre -20º y -23º grados centígrados. Después de este proceso, los puros se envejecen o se “casan” hasta que adquieren su consistencia característica. Este proceso se lleva a cabo en amplios roperos, hechos de madera de cedro, por se ésta la mejor para conservar la humedad y, por ende, el aroma del puro. Durante varios días, los puros permanecen acostados en estos roperos lo que permite que los diferentes tabacos y componentes de los mismos se liguen o se “casen”.

Entonces se les coloca la anilla, que coloquial y erróneamente se conoce por vitola, para lo que se emplea la misma pasta de arroz natural que se usa para pegar la perilla; la pasta no debe tocar la capa con el fin de no daña el puro. Por último, se seleccionan y, con cuidado y habilidad, se colocan en sus cajas.

Para este fin, y como si se tratara de un marco que adorna y protege una obra de arte, se emplean cajas de madera de cedro por sus excelentes características.

La magia e historia del Puro en las islas Canarias