…Y BRIGITTE BARDOT CREÓ SAINT-TROPEZ

El encanto de este lugar ha atraído a intelectuales, artistas y políticos de todas las épocas. Y, en las últimas décadas, gracias a la gran expansión hotelera, también  los viajeros de todo el mundo llegan a esta ciudad dispuestos a descubrir los secretos que, desde niña, también enamoraron a Brigitte Bardot

Entre el mito y la leyenda, Saint-Tropez siempre ha hecho soñar: a las celebridades, a los amantes del mar, a los apasionados de su arte e historia, y, muy especialmente, a los cinéfilos: Brigitte Bardott permanece allí, como una leyenda viva, fiel a su amor por la ciudad a la que está indisolublemente unida. Podría decirse que fue ella quien catapultó Saint-Tropez a la fama. También la actriz y cantante Juliette Greco es una muestra de la pasión que despierta esta villa: “Vine a Saint-Tropez hace muchos años. Regresé y aquí me quedé, tan deslumbrada como el primer día. Hay que merecerse este lugar y sus secretos conservados” Otra, es la de  la escritora Françoise Sagan. Poco después de la Segunda Guerra Mundial, solía salir de Paris por la noche conduciendo  descalza su Jaguar  a velocidad vertiginosa, por malas y estrechas carreteras, para  llegar a desayunar en el puerto de Saint—Tropez. ¿Qué tiene esta ciudad para atraer magnéticamente a tanta gente?  La escritora Sylvie Bourgeois define esta atracción como un “flechazo instantáneo” que sucede nada más pisar el puerto de la villa.

Uno ha podido visitar Mónaco, Niza o Cannes. Pero si no ha pisado Saint-Tropez no puede decir que conoce el tesoro de la Costa Azul francesa. Es la villa más famosa del veraneo francés. Su curiosa historia se remonta a casi un siglo, cuando era un pequeño pueblo de pescadores. En la década de los 50 comenzaron a interesarse por este tranquilo refugio del Mediterráneo desde intelectuales como Simone de Beauvoir y Jean- Paul Sartre, hasta celebridades del cine como Romy Schneider o Alain Delon, pasando por pintores como Picasso o  Paul Signi, por citar sólo algunos ejemplos. Sin olvidar a Brigitte Bardott, el más famoso icono sexual del cine francés de las décadas 50, 60 y 70. Sus padres la llevaron de niña a veranear a Saint-Tropez, y desde entonces, se unió  de por vida al que  hoy es uno de los destinos turísticos más deseados entre los franceses y muchos extranjeros.

En busca de la complacencia

Si tuviera que emplear una sola palabra para describir Saint-Tropez, me atrevería a hablar de “complacencia”. Cuando, a primeros de junio, el sol empieza a calentar sus calles empedradas y la arena de sus playas, los impresionantes yates se empiezan a amontonar en el puerto, y los Maseratis o Ferraris discurren suavemente por el entorno urbano, es todo un claro indicio de que sus primeros huéspedes, visitantes asiduos o nuevos viajeros han llegado a este mítico lugar en busca de la complacencia,  en este caso específico: Satisfacción y placer que produce encontrarse en Saint-Tropez. Un cartel urbano lo anuncia ya a la llegada: “Estás en el mejor lugar”.

Esto es, el placer de experimentar hacer lo que quieras. La libertad es el motor de la vida en Saint-Tropez. A finales de los años 50, anticipándose a su tiempo, ya se hace nudismo en sus playas y se da rienda suelta a las pulsiones. El cine hecho en Saint-Tropez afirma la libertad sexual. Una libertad que precede la liberación de las costumbres que tuvo lugar en 1968 en el mundo moderno. De hecho, la Nouvelle Vague (1959-1963) es un movimiento de libertad que apareció en el cine gracias a François Truffaut, Jean-Luc Godard o Erich Rohmer, siendo el film Y Dios creó a la mujer el que mejor representa a la mujer libre.

Turismo de masas

Pero no sólo los ricos y famosos acuden a esta villa en busca de una complacencia que incluye la necesidad de “ver y ser vistos” y comer y beber sin fijarse en los precios. En las últimas décadas, y gracias a la apertura de nuevos hoteles y restaurantes, cualquiera puede ahora encontrar “su lugar” en Saint-Tropez. Dejarse seducir por su mítico estilo de vida. Tener la oportunidad de encontrarse cara a cara con ese personaje que sólo conocía por las portadas de las revistas. Interesarse por dónde vive Brigitte Bardot.  O  ir a conocer el Hotel de la Poche donde ella protagonizó algunas secuencias del film  “Y Dios creó a la mujer” dirigido su marido Roger Vadin, que la disparó a la fama. Una estancia en Saint-Tropez es, por lo tanto, sinónimo de “placer”. Como una droga que cada vez necesitas mayor dosis…

La hora del aperitivo ¿o la de los museos?

Uno de los rituales veraniegos en Saint-Tropez es tomar el aperitivo en alguna de sus múltiples terrazas en torno al puerto, mientras ves pasar gente que va o viene de la playa de Pampelonne o busca desesperadamente una mesa libre. Muchos de los que disfrutan ya de una lucen blanca vestimenta para resaltar su bronceado Pero no hay que preocuparse si no encuentras donde sentarte.  Como alternativa, en Saint-Tropez hay buen número de lugares interesantes que visitar. No en vano es una ciudad con mucha historia. Una prueba de ello es la Ciudadela (siglo XVII) y su Museo Marítimo. 

Ubicada en la colina más alta, la Fortaleza ofrece una de las más bellas panorámicas. Se puede admirar toda la bahía y los tejados anaranjados de la ciudad, bajo el hermoso cielo azul del Mediterráneo. En su interior sorprende su vasta historia de navegación. El Museo cuenta la formidable epopeya de la época en la que los tropezianos recorrían el mundo. Sus habitantes no sólo eran pescadores de un pueblito encantador. La magnífica la colección de barcos a escala exhibida  permite intuir la envergadura de sus hazañas marítimas que alcanzaron hasta la lejana Sudamérica.

Museo de la Gendarmería y del cine

Este Museo invita a los amantes del Séptimo arte a descubrir el mito y la realidad de Saint—Tropez. La idea de crear este museo en el antiguo y emblemático edificio de la Gendarmería se debe al célebre actor francés Louis de Funés, quien encarnó al típico policía francés en buen número de filmes. Este espacio de exposición muestra asimismo fragmentos de películas que fueron rodadas en el entorno de Saint-Tropez. Los cineastas que rodaron aquí son los dignos epígonos de los artistas e intelectuales que durante  el siglo XX cayeron rendidos ante el encanto, la belleza y la luz de la ciudad: los escritores Colette, Françoise Sagan, Jean-Paul Sartre o los pintores Paul Signac, Herri Manguin, Albert Marquet, Matisse o Picasso, entre otros.

La película de Roger Vadim con la actriz Brigitte Bardot se considera el primer film que lanza el cine a Saint-Tropez. Sin embargo, son numerosas las películas que se rodaron con anterioridad al mítico film de Vadim. Actualmente, la ciudad sigue siendo cada año  escenario de muchos rodajes y acoge diversos Festivales Internacionales de Cine. La pasión por rodar filmes en esta ciudad lo explica así el director Michel Brussol: “Saint—Tropez da una imagen de calidad de vida. Gracias a ello acuden aquí varias producciones para aprovechar este aspecto imposible de encontrar en otros pueblos”.Y es que Saint-Tropez ha sabido conservar su sencillez y su carácter auténtico. No es extraño que cineastas, escritores y fotógrafos hayan quedado fascinados por su luminosidad, sus paisajes naturales y sus largos días de sol.

Parece existir una opinión unánime en reconocer a Saint-Tropez como un destino ideal para la complacencia y el goce de la libertad. Sin embargo, resulta paradójico que Sabrina, una joven residente, perciba la villa con un halo de tristeza cuando en pleno invierno se paraliza toda actividad. Prácticamente todos los hoteles, restaurantes y comercios echan el cierre de común acuerdo. Aún así, siempre hay defensores a ultranza de la magia de la ciudad. Como la del cineasta Claude Chabrol cuando afirma: “¿Cómo puede uno vivir en Paris cuando  Saint-Tropez en invierno es el paraíso?

www.sainttropeztourisme.com / info@sainttropeztourisme.com www.francisacogavilan.net