jueves. 28.03.2024

Vukovar, la ciudad mártir croata

VUKOVAR es una de esas ciudades que, como Coblenza o Guayaquil, asiste diariamente y, de por vida, a unas nupcias fluviales. Si en Coblenza se encuentran el Rhin y el Mosela, o en el puerto ecuatoriano se unen el Guayas y el Quil, y su matrimonio le da nombre, en Vukovar es el imponente Danubio el que parece desposarse con el Vuka que viene a derramarse en él. Y a una ciudad un río, -y más dos y si, además uno es el Danubio-, le trae cultura, riqueza y alegría. En Vukovar y su entorno ya surgió hace cinco mil años la cultura Vucêdol, de la que los periodistas que hemos hecho un reciente viaje por Croacia hemos aprendido mucho gracias a la sabia enseñanza del profesor Alekassandar Durman. 

La riqueza y la alegría en Vukovar podemos decir que rebrota, tras la trágica invasión que siguió a la independencia croata en 1991.El todavía ejército yugoslavo y los serbios, sitiaron la ciudad por tierra, río y aire. La bombardearon sin compasión, la atacaron con los tanques y la asediaron desde la marina del Danubio. Ni el hospital fue respetado por las bombas, aunque peor fue, cuando obligada a rendirse la ciudad, tras tres meses de cerco en que fueron agotándose las armas, la comida, las medicinas, y cortados los suministros de agua, electricidad y el teléfono, los serbios hicieron presos a los enfermos y fusilaron a unos cientos de ellos, mientras el resto fue llevado a campos de concentración. Pasear por las calles de Vukovar es como seguir en un documental todo el horror de la guerra cuando alcanza a las ciudades; las deja deshechas o llenas de cicatrices. El hospital, el más famoso hotel, el Museo más importante, la Catedral de San Felipe y San Jacobo, de la que queda sólo un altar, mientras se repara el resto derrumbado, y la emplemática Torre del Agua, donde tanto francotiradores se opusieron con armas elementales a la artillería enemiga, son, desconchados, sin techo, a medio caer y agujereados por los proyectiles, el escaparate del horror sufrido por los ciudadanos vukovares que fueron heroicos combatientes en similares condiciones a las sufridas por otras urbes incluidas a lo largo de la historia en el martirologio, por lo que a la ciudad se la nombra con admiración como la Stalingrado croata. 

Nuestra emoción se hizo presente cuando se nos dio la oportunidad de honrar a los caidos en la defensa de Vukovar, asistiendo al “Memorial Cemetery”, donde se alzan las cruces blancas que recuerdan el genocidio serbio y el largo corredor de tumbas de los militares también muertos que, en varios casos, fueron enterrados junto a otros familiares víctimas de la invasión. Tijani Haddad y yo, como vicepresidente de FIJET, fuimos encargados, junto a Tina Cubrilo, presidenta de FIJET-CROACIA, de honrar a las víctimas, portando una corona de flores hasta el monumento en forma de cruz, visible a todos los vientos, que preside el largo camposanto, donde la guerra todavía está activa, pues se advierte al visitante que no se aparte de los caminos trazados para evitar el riesgo de que alguna mina, todavía, no inutilizada, pueda herirle. 

Los colegas con los que he recorrido Vukovar, miembros de la Federación Mundial de Periodistas y Escritores de Turismo (FIJET) hemos llevado hasta allí el Premio Internacional “La Pomme d´Or” que otorgamos cada año a un país, zona o ciudad que haya sobresalido en un esfuerzo de promoción del turismo, y que se consideró bien acreditado por este puerto fluvial, arrasado en su momento, que hoy ve cómo se incrementa el número de sus visitantes, gracias al esfuerzo de recuperación que se ha venido haciendo en la ciudad y su entorno. La ceremonia de la entrega, consistente en una escultura sobre madera fósil que mantiene una manzana de oro encerrada en el cuerpo transparente de una paloma – la “Vucêdol dove”, icono de la cultura de ese nombre- se produjo en el muelle fronterizo al Lav Hotel donde previamente se celebró una importante rueda de prensa. En el embarcadero, varios jóvenes interpretaron piezas musicales y recitaron poemas, mientras llegaba, en una trainera de ocho remeros, el trofeo-escultura, hasta las manos del presidente de FIJET, Tijani Haddad, que la esperaba junto al ministro de turismo, Damir Bjas, el Prefecto, Bozo Galic, el Alcalde, Zeljko Sabo, los directores de Turismo de Vukovar, Jasna Babic y de Ilok, Ivica Milicevic, y otras personalidades, además de los integrantes del Comité Ejecutivo y Director de la FIJET y los colegas de FIJET Croacia. 

Tras los discursos de rigor, y el cambio de indumentaria para dejar los trajes de ceremonia y vestirse para una travesía por el Danubio, los periodistas, acompañados por varios de nuestros distinguidos anfitriones, desembarcamos en la cercana Ilok donde visitamos el encantador Museo de la Ciudad, situado en un antiguo palacio, donde se exhiben piezas que conforman los antecedentes de la cultura Vucêdol y permiten continuar el rastro de la historia, pasando por la tragedia de 1991 hasta llegar a nuestros días. Antes de regresar al hotel Lav de Vukovar, se ofreció una pantagruélica cena en el Hotel Danubio, en cuyo transcurso un grupo folklórico de gran calidad interpretó numerosas canciones populares de la región y de distintos países, incitando a los comensales a la participación que resultó animadísima, dada la circunstancia de que en el ágape se sirvieron con largueza los vinos que hacen famosa esta zona de Ilok. 

Vukovar, la ciudad mártir croata