martes. 23.04.2024

El Drago de Icod podría convertirse en la primera especie vegetal Patrimonio de la Humanidad

Con una edad estimada de 700 años, el drago icodense es Monumento Nacional desde 1917.  Recibe miles de visitas al año y forma parte de la cultura y del paisaje propio de Tenerife. Con su candidatura se quiere reconocer la importancia de este ejemplar, protagonista de leyendas y de la historia de la isla.

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Es una de las especies vivas más antiguas del planeta y opta al máximo reconocimiento de la Unesco, el de ser declarado Patrimonio de la Humanidad. El proceso para distinguir al drago de Icod (Dracaena Draco) con esta mención se inició en 1993 y, tras varios años paralizado, ha vuelto a ponerse en marcha bajo la propuesta vecinal y del Comité Técnico del Drago. El ayuntamiento de Icod de los Vinos (Tenerife) deberá completar la memoria justificativa que avale dicha distinción para que la iniciativa continúe los trámites necesarios.

El comité, formado por especialistas de la Universidad de La Laguna, Instituto Canario de Investigaciones Agrarias y el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, apunta la dificultad que conlleva este reconocimiento al drago milenario de Icod, ya que sería hasta el momento la única especie vegetal en obtenerlo. El caso más cercano sería el del Palmeral Histórico de Elche, declarado en el año 2000.

Se le estima una edad de unos 700 años, aunque es difícil establecerlo con claridad ya que, como las palmeras, no tiene tronco leñoso ni por tanto anillos de crecimiento que daten su longevidad. Con unas 70 toneladas de peso en la copa, 22 metros de altura y 10 de perímetro, es Monumento Nacional desde 1917 y uno de los símbolos de Tenerife que recibe al año unas 600.000 visitas.

El drago cumpliría 8 de los 10 requisitos que pone la Unesco y  de los cuales se exige cumplir uno como mínimo, para poder aspirar a ser Patrimonio de la Humanidad. “Ser un ejemplo eminente de una tradición de asentamiento humano, utilización del mar o de la tierra, que sea representativa de una cultura (o culturas), o de la interacción humana con el medio ambiente especialmente cuando éste se vuelva vulnerable frente al impacto de cambios irreversibles. Contener los hábitats naturales más representativos y más importantes para la conservación de la biodiversidad, incluyendo aquellos que contienen especies amenazadas de destacado valor universal desde el punto de vista de la ciencia y el conservacionismo”, son algunos de ellos.

El interior del drago

En el tronco del drago existe una enorme cavidad de unos seis metros, donde en 1985 se colocó una estación de ventilación y deshumidificación, con el fin de evitar complicaciones en la conservación de este ejemplar. En términos generales se puede afirmar que la salud del drago de Icod es buena, teniendo en cuenta sus años. Para mantenerla cuenta con un equipo que vigila las posibles plagas que le puedan afectar, como el de unas larvas que penetran en la corteza y que podrían deteriorarla hasta el punto de hacerlo caer ante fuertes vientos.

1.800 ramas florecieron de forma espectacular hace 15 años, lo cual dejó al drago muy debilitado, dado que el peso de la copa pudo aumentar hasta en cinco toneladas cuando las flores se trasformaron en frutos. Endemismo de los archipiélagos de la Macaronesia (Madeira, Cabo Verde, Canarias) y zonas de Marruecos, su crecimiento es tan lento que puede llegar a aumentar un metro en diez años.

Historia y leyendas

Las leyendas sobre el drago de Icod y su relación con el mítico Jardín de las Hespérides son conocidas desde la antigüedad. Se creía que su savia de color rojo (al entrar en contacto con el aire), procedía de sangre de dragón. En el siglo XV la resina del drago, que se extrae al horadar el tronco, fue objeto de comercio con Europa para usos tan dispares como tinte para textiles, barniz, medicina, aceite corporal o incienso. Actualmente se le atribuyen cualidades cicatrizantes.

Asimismo, también se cree que era objeto de veneración por parte de los antiguos pobladores de la isla por sus propiedades curativas.

El geógrafo y explorador Alexander von Humboldt, durante su estancia en Tenerife en 1799, hablaba sobre otro ejemplar situado en La Orotava, y que según decía medía 25 metros de altura, aunque fue derribado por el viento en 1867.

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