martes. 19.03.2024
Expedición Atlantis

El CIT partícipe en reescribir la historia de la navegación

“Expedición Atlantis” fue el nombre que le dieron un grupo de intrépidos aventureros e investigadores a un osado viaje que consistía en cruzar el océano Atlántico en una balsa de troncos anudados con cuerdas vegetales, sin quilla, con fondo plano de 13,6 m. de largo por 5,8 m. de ancho, sin timón para fijar el rumbo y con una sola vela.

Todo comenzó… al preguntarse los antropólogos y los historiadores de cómo se habían esculpido y de donde procedían las “Cabezas Colosales Olmecas” en la Riviera Maya, algunas de ellas con rasgos negroides, típicos de los pueblos africanos y datadas con “carbono 14” en el 1.500 a. de c. Las conjeturas hacían reflexionar… que hubo poblaciones africanas que navegaron hasta el continente americano.

Hasta la conclusión de esta expedición científica se aseveraba que los primeros pobladores que llegaron a América, hace más de 3.500 años, lo habían hecho a través del “estrecho de Bering”.

El líder de esta nueva teoría era el aventurero argentino Alfredo Barragán. Estaba convencido, tras años de investigaciones que se había cruzado el Atlántico navegando, ayudados por las corrientes y unos vientos singulares. Por ello se presentó en la Universidad Nacional Autónoma de México para dar una conferencia sobre dicha hipótesis a finales de los años 70. Los doctores asistentes tras escucharlo atentamente, concluyeron que las teorías había que demostrarlas. Alfredo Barragán y su amplio equipo se pusieron manos a la obra para cambiar esta parte de la historia y de nuevo reescribirla.

Su objetivo era demostrar como poblaciones africanas pudieron llegar a las costas americanas antes que Cristóbal Colón. Hace más de 3.000 años existían servicios de cabotaje en balsas por las costas africanas para poder suministrar ganado y verduras. Cuentan que debido a temporales, en este mar enfurecido en ocasiones, fueron adentradas en el océano y siguiendo la corriente, algunas de ellas llegaron al golfo de México.

Se han cumplido 33 años de esta expedición extrema, que requirió más de un lustro en sus preparativos. El Centro de Iniciativas y Turismo de Santa Cruz de Tenerife, bajo la presidencia de José Sabeté Forns fue uno de los protagonistas principales, ya que la balsa se construyó en el puerto de Santa Cruz de Tenerife bajo la asistencia de esta organización turística que creyó en la nueva teoría. La expedición podía haber partido desde las costas marroquíes, pero la labor del CIT de Santa Cruz de Tenerife hizo que los promotores eligieran la capital de la isla para esta demostración.

El CIT era consciente de que los medios económicos que poseía esta expedición eran exiguos y decidieron planificar diferentes reuniones con el Gobierno de Canarias a través de la Consejera de Turismo, Dolores Palliser, consiguiendo una mejor dotación para el proyecto. Además, se pidió una vela, en desuso al buque insignia de la armada argentina, la Fragata Libertad que la decoró el artista plástico canario y miembro de la Junta Directiva del CIT, Juan Galarza donde dibujó el “sol y la cruz de los vientos” que representarían la vida y la libertad.

Hay que destacar la colaboración de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, cuyos trabajadores realizaron una importante labor sin remuneración alguna, con gran entusiasmo y buena predisposición para contribuir a la valerosa hazaña. El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife representado por su alcalde, Manuel Hermoso Rojas también se volcó corriendo con los gastos de alojamiento y manutención de los tripulantes durante el tiempo que permanecieron en la isla.

En este punto, hay que mencionar a otro de los grandes, el explorador y biólogo noruego Thor Heyerdahl que se hizo célebre por la expedición Kon-tiki en 1947, que navegó por el Pacífico en una balsa construida con troncos, materiales naturales, con timón y remos. Realizó 8.000 kilómetros desde Perú hasta el archipiélago Tuamotu para demostrar que no había razones técnicas para impedir que los habitantes de América del Sur se hubieran establecido en las islas de la Polinesia. En 1969 junto al antropólogo mexicano Santiago Genovés construyó la Ra I que era un barco típico egipcio con materiales naturales, con quilla, velas, timón y remos. Quería demostrar que los antiguos egipcios podrían haberse comunicado con América y así unir la teoría de las pirámides de ambos continentes. Esta expedición fracasó ya que se les hundió la embarcación. En 1970 lo volvió a intentar con la Ra II partiendo desde Marruecos en barco de papiro con las mismas características técnicas. Se rodó un documental acerca de estas expediciones, The RA Expeditions, Thor Heyerdahl y Lennart Ehrenborg recibieron, como productores, una nominación al Óscar en 1971.

A su vez, intentaría estas hazañas otro gran navegante del siglo XX el español Vital Alsar que fracasó, al hundirse su embarcación. Vital Alsar fue un destacado colaborador del CIT de Santa Cruz de Tenerife; a través de sus expediciones que siempre llevaron un trozo de Canarias abordo.

Pero “la expedición Atlantis” era el más difícil todavía… “sin quilla, sin timón, sin remos”... Alfredo Barragán se puso en contacto, a través del CIT con Vital Alsar, para que le aclarara el porqué se había malogrado su intento. Le explicó que la madera no estaba preparada para flotar largo tiempo. Barragán dedujo de dicha conversación que lo mejor era escoger los troncos de las selvas de Colombia o Perú, como hizo Thor Heyerdahl en su segundo intento con la Ra II.

Transportaron la madera hasta la isla, troncos que hubo que cortar en unos meses determinados del año pues si no, sabían que no iba a flotar. Un grupo de técnicos internacionales les comunicaron que sería imposible que una madera aguantara tanto tiempo en altamar sin llegarse a hundir.

Pero a pesar de los inconvenientes, a pesar de lo comprometedor de la situación, del riesgo que corría para sus vidas, el 22 de mayo partió la endeble balsa desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife.

Los expedicionarios se operaron de apendicitis para reducir riesgos en altamar. Alfredo Barragán estuvo con unas lentillas puestas durante todo el viaje, en condiciones muy extremas como experimento de una firma norteamericana fabricante de las mismas.

Fueron unos meses de preparativos en Santa Cruz de Tenerife. La tripulación estuvo formada por Alfredo Barragán (capitán), Jorge Iriberri, Horacio Giaccaglia, Daniel Sánchez Magariños y Félix Arrieta.

El inventario de materiales de la expedición podría resumirse en la balsa hecha con 9 troncos de madera balsa, 4 troncos de mangle, cañas de bambú, 6 km de cuerdas vegetales y cañas de bambú; solo con los elementos que hace más de 3.500 años podrían haber utilizado. Se aprovisionaron de 1.300 Kg de alimentos, 1.200 litros de agua de Vilaflor, una radio VHF, botiquín quirúrgico, brújulas, sextantes, cartas marinas, cámaras de video y fotográficas en total con un peso de 14.000 Kg. Los tripulantes contaban con todos los instrumentos marinos necesarios para fijar su posición en el océano aunque a veces pudieron confirmar la ubicación con los datos suministrados por algunos barcos que se cruzaron en su camino.

En los primeros días de navegación se encontraron con olas de cuatro a seis metros de altura. La balsa avanzó por la corriente denominada Canarias, que en su trayecto va cambiando de nombre (Canarias, Norecuatorial y Ecuatorial) fue el motor impulsor, junto al viento que recolectaba su flamante vela cuadrada sostenida en un mástil de 11 metros de altura.

Existieron dos momentos críticos en la travesía: dos tormentas que amenazaron de muerte a la Atlantis. Olas de más de 8 metros y vientos de 70 kilómetros por hora se opusieron a esta expedición. La primera tormenta duró dos días y fue a las dos semanas de la partida. La otra llegó casi al final de la travesía, cuando ya se había recorrido la mayor parte del itinerario. Varias ligaduras se soltaron, los troncos crujieron como nunca, la vela fue anulada, y todos se ataron a la nave hasta que la tormenta desapareció. Hay que mencionar que los tripulantes eran conscientes que si caían al mar, se les abandonarían ya que la balsa no tenía timón para retroceder, ante tal eventualidad la embarcación arrastraba 2 cuerdas de 100 m. de longitud con nudos, para en el caso de caer al mar, y ante el avance de la misma aferrarse a la cuerda.

A los 40 días aparecieron los primeros signos de que estaban cerca del continente: ramas y manchas de aceite. Pasaron de largo y sin llegar a avistar la isla de Trinidad-Tobago. Dos días antes de la llegada, una lancha de la Armada venezolana hizo el primer contacto. La corriente los acercaba al puerto de La Guayrá. Una fragata y en un helicóptero del ejército venezolano en el que viajaba como anfitrión, Melchor Alonso Marrero que poseía la representación del Gobierno de Canarias en tal ilustre odisea, les dieron la primera bienvenida. El 12 de julio en el puerto miles de personas se agolpaban para darles un merecido y caluroso recibimiento. Habían pasado 52 días de situaciones límites y 5.500 kilómetros de mar en la más absoluta soledad.

Y no solo se les vio llegar para la confirmación de la teoría, sino que, día tras día, fue monitoreada por radio con la inestimable colaboración de los radioaficionados tinerfeños, que iban siguiendo su ruta. Melchor Alonso todos los días iba clavando banderitas en un mapa que había colgado en la sede del CIT.

El éxito de la expedición fue rotundo, con él se aclararon diversas dudas sobre las embarcaciones primitivas. Actualmente, diversas universidades, se encuentran investigando la procedencia de las Cabezas Colosales.

El cámara de TV, el buceador, el abogado, el comerciante... habían cumplido su sueño. Pero la historia no culminó en el instante que llegaron, sino que iniciaron proyectos posteriores como la edición de una película y un libro de la travesía.

Los lazos de unión entre numerosos pueblos de América y Canarias se reforzaron. CIT de Santa Cruz de Tenerife aprovechó el tirón mediático de la expedición para promocionar Canarias en diferentes televisiones del Continente Americano como padrino de la misma. Al año siguiente, Alfredo Barragán se trasladó desde Argentina para expresar, personalmente, la gratitud de la tripulación por la destacada colaboración del CIT y otros organismos, en un acto celebrado en los salones de la Escuela Náutica.

No fue un desafío al mar, fue un desafío al hombre. Hace más de tres décadas, cinco hombres y una institución de las islas Canarias, el Centro de Iniciativas y Turismo de Santa Cruz de Tenerife llevaron a cabo un gran sueño, con el lema: “Que el hombre sepa, que el hombre puede”.

Durante 1984 se confirmó una gran teoría; pobladores africanos habían llegado atravesando el Atlántico 3.500 años antes.

El CIT de Santa Cruz de Tenerife participó activamente en el cambio de una parte de la historia, al colaborar en probar lo que nadie había podido demostrar hasta la fecha.

En el 25 aniversario de la gesta el CIT de Santa Cruz de Tenerife construyó una escultura conmemorativa realizada por Melchor Alonso que se encuentra en el puerto de Santa Cruz de Tenerife frente al barrio de María Jiménez.

En Argentina “La Atlantis” ya forma parte del sentimiento de la gente, se le ha puesto su nombre a plazas, calles y colegios y fue declarada de interés educativo y cultural por el Congreso de la Nación.

Hoy la balsa descansa en Dolores (Argentina), donde es la máxima atracción del museo de la ciudad, como permanente homenaje al cambio de una teoría. En la ciudad donde se gestó esta intrépida expedición científica.

El CIT partícipe en reescribir la historia de la navegación